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Libertad y sentimiento

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08.11.20

 

Libertad, un sentimiento

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La persona solitaria en una isla no tiene ni idea de la libertad. Tan pronto llega una segunda persona, se etablece un contrato social. Ahora y sólo ahora está en juego la libertad - para ambos habitantes. Una sospecha se convierte en certeza: la libertad es una función en el sentido de la ecuación "libertad = f (sociedad)". Además la sospecha de que la comprensión profunda de la sociedad es por principio inalcanzable pasa a ser una postulado contundente. El correspondiente sentimiento acecha a la vuelta de esquina .

¿Cuál de los dos habitantes de la isla "es" más libre: el líder de ambos o el que se aprovecha del liderazgo del otro? Una complicación adicional resulta de la frecuente contradicción dialéctica, es decir, de la incompatibilidad de anhelos, entre dos o más personas que reclaman determinada libertad. Hay una moneda perdida en la acera. ¿Quién tiene derecho a tomar la moneda? Sin duda para el hombre liberal: la persona que llega primero. Así, una segunda persona ya no tiene la libertad de tomar la misma moneda. ¿Puede ser ésto una posición adecuada? Absolutamente.

En una sociedad liberal del hombre libre, la libertad debe estar al alcance de todos. La moral social correspondiente es: "Mi libertad debe ser compatible con la libertad de cualquier otra persona". ¿Está ese problema así resuelto? Todavía no. Las leyes y las normas definen las reglas del juego social. ¿Ya se ha resuelto ahora el problema? Todavía no, porque es - incluso con las mejores intenciones - imposible establecer leyes para cada caso o situación (¡futuros!); pero la conciencia (personal) resuelve todo lo que no está regulado por las leyes. La conciencia indica con la mayor precisión acaso una acción está interfiriendo ilegítitamente con la libertad de otras personas. Sin embargo, hay mucha gente inescrupulosa. La norma "no interfiera con la libertad de otras personas" y además un juez son los métodos por los cuales tales problemas prácticos se resuelven en una sociedad moderna. Pero en casos dudosos el juez también decide de acuerdo con su conciencia. El sentimiento entra en juego.

El caso de la moneda puede ser repensado. A pesar de la norma establecida del "derecho del primero", es evidente que en ciertas condiciones una segunda persona consideraría que su libertad está restringida, mientras que otra no se preocuparía. El gerente ocupado que se apresura de ir de una cita a la siguiente querrá más libertad; otro gerente desempleado sería feliz de tener la oportunidad de asistir a tales reuniones que fasttidian al gerente en funciones mientras que ese segundo gerente lee libros que no interesan en absoluto a al primero. La conclusión conocida o al menos esperada: Libre o no libre es (en gran parte) una cuestión de valoración individual, muy subjetiva. El sentimiento queda plenamente escenificado.

Hasta aquí las reflexiones por medio de la generalización. El análisis también lleva a la conclusión de que la libertad es (en gran parte) una cuestión de sentimiento. Si se interroga a un gran número de individuos socialmente homogéneos sobre su comprensión de cualquier categoría, como por ejemplo la libertad, es de esperar que los resultados difieran tanto individualmente como agrupados al azar. ¿Por qué? Porque cada persona tiene una vision propia y perspectiva individual. Especialmente los sentimientos de los individuos son heterogéneos. Y esos sentimientos también diferirán en la escala del tiempo. ¿Se necesita más diversidad?

La madre de la voluntad humana, el sentimiento, domina la escena siempre que la libertad está en juego o sea agendada. Esta conclusión produce satisfacción.

En base a la ética social el sentimiento de libertad de cada miembro de la sociedad toma espacio (libre) para desenvolverse. Es evidente que con leyes estatales necesariamente generales o normas establecidas por algún agente estatal los anhelos individuales de todos no pueden ser satisfechos. Hay que recordar que el conocimiento que la sociedad tiene de la sociedad, es decir de si misma, seguirá siendo bastante limitado. Para siempre.

Pero cierto es: La mayoría abrumadora de cualquier sociedad sabe, guiada por su conciencia, exactamente qué hacer, qué emprender y de qué abstenerse.

Queda expresado un fuerte fundamento para establecer al liberalismo como la columna vertebral conceptual tanto de la sociedad civil como del complejo estatal.
 

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